Llamamiento a la tolerancia, a la colaboración, a la paciencia, a la sonrisa

Un día muy duro con un amigo y compañero de profesión: 150km, una reunión muy densa, con tensiones y debates durante varias horas, un lento y por tanto laaargo almuerzo, las seis de la tarde, 150km de vuelta. Yo conduzco dentro de los límites de velocidad, son ya las ocho cuando llegamos.

Su coche se ha quedado sin batería y vive a 25km. Ponemos las pinzas que él lleva para trasvasar carga de mi batería a la suya, esperamos un rato, no arranca. Pero se encienden las luces… a ver si es un problema del motor de arranque…. Ponemos un nuevo biberón, esta vez con mis pinzas, que son un poco mejores…nada, sigue sin arrancar.

Creo que tiene atascado o fastidiado el motor de arranque. Llamo a un amigo mecánico, se lo cuento y me lo confirma. Debe ser el motor de arranque, no sirve el biberón. Hay que empujar para arrancar con una marcha.

Son las ocho y media de la tarde, comenzamos a empujar el coche a ver si arranca, primero marcha atrás porque así va la pendiente… al saltar dentro para arrancar me doy con el quicio de la puerta en el hombro y me lo dejo hecho misto. No tenía suficiente velocidad, no arranca.

Ahora aprovechamos la cuesta abajo, lo intenta él saltando y mete segunda… no arranca. Exhaustos y casados, con el sol apretando sin piedad, empujamos cuesta arriba para lanzarlo de nuevo a arrancar en segunda…corre, corre, corre, él salta dentro… pero no arranca.

Llega un coche y la chica nos hace gestos mosqueada, «!a ver si poneis las luces de emergencia que vais a causar un accidente!» Me acerco a la ventanilla y le comento, asfixiada, que no tiene batería, que no se encienden, que perdone… Ella dice. «me bajo y entre las dos lo intentamos». La sonrisa de agradecimiento se me sale de la cara.

Uf… empujamos entre los tres de nuevo el coche hacia hacia arriba, volvemos a dejarlo caer y corriendo corriendo nos mantenemos las dos empujando, él salta dentro… Y arranca!!!

Le doy un abrazo a la chica, las gracias, mi alegría me rebosa… él también le da las gracias… Ella se va. Tan linda, rubia con su pelo largo y monísima con unas enormes gafas negras, sus pantalones negros y su camiseta blanca.

Nosotros también nos vamos, cada uno a su casa, y a dos calles de mi garage hay una gran cruz de mayo con una banda y un montón de personas. No puedo pasar. Después de negarme con la cabeza a desviar mi camino a la calle de la izquierda (casi para salir de mi zona sin remedio), lo que me indicaban los trabajadores de Protección Civil, se acercan. Yo, con una enorme sonrisa, las manos llenas de negro y una voz suave les digo: «miren, llevo todo el día de viaje, he estado empujando un coche para que arrancara, estoy sudorosa, cansada y llena de negro, por favor, no hay otra opción?»

Hablan con el Policía Local que estaba un poco más adelante y vuelven diciéndome que en un par de minutos terminaba la procesión en esa calle y que si giraba después lo antes posible para no ir detrás, podía pasar.

Qué alegría… la gente me dice por la ventanilla que a dónde voy… que si no veo que hay una procesión… Subo la ventanilla, pongo Rock FM, comienza a sonar Europa de Carlos Santana, subo el volumen. Cuando termina la canción he aparcado, son las10 de la noche… al fin en casa. Ahora, a sacar al perro, que lleva todo el día solito.

Os lo cuento para hacer un llamamiento a la tolerancia, a la colaboración, a la paciencia, a la sonrisa… en la calle nunca sabemos cuál es la situación del otro… no podemos ejercer la empatía, así que por lo menos seamos más considerados y ejerzamos la educación y la tolerancia.

Gracias a la chica rubia, a Protección Civil y a quienes tenéis paciencia e intentáis comprender!